Cuando nos colocábamos todo lo que podíamos

CC/Benjamin Bustamante[/caption] En el verano de mis 15 bajé al Noroeste pop-rock con mi hermana y sus amigos y con mi primo y otro amigo más. El novio de mi hermana nos ofreció un tripi a mi primo, a mi amigo y a mi y aceptamos encantados. Era la primera vez que probaba una droga ilegal y la verdad es que me gustó mucho. Fue una noche muy divertida en la que no paré de reirme y como me gustó tanto repetí. Hasta entonces veía la droga como algo malo o prohibido pero ese pensamiento fue deshechado. La droga molaba. Al poco tiempo empecé a fumar porros todos los días y también probé la cocaína. Todo me gustaba así que lo seguí haciendo durante años. Mis padres no me daban suficiente dinero para drogarme así que de vez en cuando salíamos a robar. Era algo habitual en mi barrio y tenía muchos amigos delincuentes. La mayoría de las veces solo nos quedábamos en la plaza sentados fumando porros pero de vez en cuando bajábamos al centro y la liábamos. Robábamos a la gente por la calle, en los comercios, a las pandillas que hacían botellón… y nos colocábamos todo lo que podíamos. Fueron unos años locos. Con 17 años tuve una experiencia para olvidar. Me pillé un colocón de tripi y se me fue la olla. Perdí totalmente el control de mis actos. Me desnudé, corrí desnudo por la calle, le pegué a un tío, zarandeé a una tía… hasta que me redujeron entre cuatro personas y me llevaron sedado al hospital. Me desperté atado a la cama sin recordar nada de lo que había pasado. Creo que fue la primera vez que tomé conciencia de que algo estaba haciendo mal y dejé de tomar tripis. Era el primer aviso que me daba el cuerpo. [caption id="attachment_6206" align="aligncenter" width="600"]CC/Fabiola MIlla CC/Fabiola MIlla[/caption] A pesar de todo seguí fumando porros todos los días y siempre que podía me metía cocaina o alguna pastilla. Me encantaba salir de fiesta y lo hacía si me lo permitía mi economía y mi novia que no era tan fiestera como yo. Me encantaban las fiestas techno y cuando podía me pasaba la noche entera bailando sin parar al ritmo del bombo. Todavía me sigue gustando 20 años después. La experiencia de pasar por el hospital me cambió un poco y también el que al poco tiempo entrara en la universidad. Allí conocí a otro tipo de gente menos delincuente que mis colegas del barrio pero mucho más juerguista. Cuando tenía 19 años seguía fumando porros todos los días y saliendo y algo me sentó muy mal. No sé si se alinearon los astros o si fue el destino pero el caso es que, coincidiendo con una época de estrés, tuve un brote psicótico. Se me vino el mundo encima. Para el que no lo sepa, cuando tienes un bote psicótico tu mente se acelera mucho, estás muy irritable, te vuelves maníaco y pasas de la alegría a la tristeza con mucha facilidad. También te puedes poner muy agresivo verbalmente con todo el que te rodea. Pierdes el control y, en una palabra, te vuelves loco. La familia y amigos son los que más lo sufren porque ellos son conscientes, tú no. Al principio no te das cuenta de que te estás poniendo mal… porque al ir acelerándose tu mente te sientes más despierto y hasta te parece que eres más listo. Crees que todos los demás se están equivocando. Pero realmente te sientes como el protagonista de Memento. Todo lo pierdes y todo se te olvida porque vas tan rápido que no te centras, así que no eres capaz de hacer nada productivo. Mi psiquiatra me dijo que había sido por malos hábitos y en parte también por genética. Luego me dijo que los porros pueden provocar estrés, ansiedad, trastornos del sueño, trastornos de la memoria y esquizofrenia. Por no hablar de otras cosas que me había metido tambien: LSD, cocaína, pastillas… El cuerpo me había dado un segundo aviso. https://www.youtube.com/watch?v=wRXsrlNjP8U Me pusieron a tratamiento con risperidona, que es un medicamento inventado en principio para el tratamiento de la esquizofrenia. Tiene muchos efectos secundarios como engordar como una pelota pero el principal es que te deja atontado. Le pone freno a tu mente y te hace sentir muy diferente a lo que estás acostumbrado. Encima te dan unas pautas de conducta que te cambian la vida: no beber, no drogarte, mantener unos horarios de sueño… no podía salir ni hacer lo que me gustaba. Era deprimente. Tanto que ni siquiera funcionaba en el sexo. Encima me costaba muchísimo estudiar. La vida se me había puesto cuesta arriba pero seguí adelante. Me daba fuerzas saber que era una situación temporal. El psiquiatra me había dicho que en principio era un tratamiento de un año y que a partir de ahí podría hacer vida normal. Eso sí, sin drogarme y bebiendo muy poco. Solo tres copas como máximo y dejando un espacio de una hora entre una y otra. Es decir sin emborracharme. Me conformé con eso. [caption id="attachment_6207" align="aligncenter" width="500"]CC/FotoCheska CC/FotoCheska[/caption] Fue un año muy aburrido pero pasó. Al cabo de un tiempo sin medicación, recuperé mi peso y volví a salir con normalidad… aunque sin drogas y durante un tiempo también sin alcohol. Mis amigos universitarios eran unos juergas y me mo pasaba pipa. Sobre todo con Marcos, el asturiano. Recuerdo una noche que salimos por Santiago y nos pedíamos una copa para los dos. Yo me bebía la mitad del refresco y Marcos se bebía el resto. Él y yo siempre nos quedábamos hasta el final. Hasta que no había un bar de copas abierto y después hasta que nos quedáramos sin energía en su casa. Siempre se nos hacía de día, ibamos a todos los afters y normalmente nos traíamos a gente a su piso. Ellos solían meterse droga. Yo ni siquiera bebía… durante un tiempo. Al cabo de una temporada saliendo de jueves a domingo empecé a beber. Fue una época en la que estaba soltero, con lo que mis ganas de salir aumentaron. Poco a poco fui subiendo la dosis de alcohol hasta ponerme al nivel de Marcos, que la verdad era un tío que no tenía freno. Me emborrachaba todos los fines de semana bebiéndome tranquilamente diez copas por noche y muchos findes salía dos veces. No es lo mismo salir y tomarse unas cocacolas que tomar diez copas, así que de repente el dinero no me llegaba. Si tuviera 16 me pondría a robar pero con 24 era más civilizado asi que me puse a traficar. Así me pagué fiestas y viajes durante más de dos años. Años en los que no estudié mucho pero no me importaba demasiado. Para mi era más importante divertirme que acabar la carrera. En esta época me lié con muchas mujeres: estudiantes, trabajadoras, ninis, solteras, casadas… hubo de todo, pero era parte de la fiesta, formaba parte del juego de salir. También en esta época empecé a fumar porros otra vez. [caption id="attachment_6208" align="aligncenter" width="640"]CC/Juan Freire CC/Juan Freire[/caption] Un día se me acabó el dinero. Todo lo que había ahorrado traficando se esfumó. Seguía estudiando la carrera y tenía pensado terminarla así que no me iba a poner a trabajar. Me puse a estudiar más en serio y salí menos de fiesta con lo que bebía mucho menos pero cada vez fumaba más porros. Al no tener pasta después de haber tenido tanta tuve una especie de depresión. Pasar de poder hacerlo todo a no poder hacer nada me hundió. No fue algo que sucediera de repente pero llegó. En las navidades de mis 27 estuve encerrado en casa jugando día y noche a un videojuego. Solo paraba para fumarme un porro de vez en cuando y al final mi mente se rebeló. Tuve otro brote. La mezcla de fumar porros y no dormir bien durante tantas noches seguidas hizo que un día me despertara con paranoias. Pensé que era esquizofrénico y fue lo primero que le dije a mi madre al verla. Ella se asustó. Intentó tranquilizarme y razonar conmigo pero yo estaba intratable. Acabamos en las urgencias del CHUAC. Allí hablé con el psiquiatra de guardia y recuerdo que me excité mucho. Salí corriendo de la habitación y los de seguridad me redujeron y me llevaron a un cuarto. Lo último que recuerdo es a cuatro seguratas rodeándome esperando a que me hiciera efecto el sedante que me acababan de inyectar. Y me dormí. Era el tercer aviso. Dicen que a la tercera va la vencida. Cuando me desperté estaba ingresado en el hospital de Oza. Ala de psiquiatría. Seguía pensando que tenía esquizofrenia pero mientras me duró el efecto del sedante estuve más o menos tranquilo. Tomé la medicación que me dieron sin rechistar pero al rato empecé a excitarme otra vez hasta el punto que me peleé con un guardia de seguridad. Me volvieron a poner una inyección y me desperté al día siguiente atado a la cama. Era la segunda vez que me ataban. [caption id="attachment_6209" align="aligncenter" width="640"]CC/StVilla CC/StVilla[/caption] Pasaron los días y el efecto de la medicación se notó en mi carácter. Me relajé y entablé amistad con los demás internados. Había de todo: anoréxicas, esquizofrénicos, gente profundamente deprimida… incluso había gente que no parecía tener ningún problema serio pero ingresaban voluntariamente. Había un tío que había entrado para desengancharse de la heroína y que se acabó marchando de mala ostia diciéndo que ya estaba desenganchado. Yo creo que se fue a poner un buco. El caso es que nos hacían diferentes terapias. Sentados en círculo como los alcohólicos en las pelis, terapias individuales para ver qué tal nos concentrábamos, terapias con universitarias en prácticas… Todo el tiempo teníamos que hacer cosas salvo cuando teníamos visitas, cuando nos dejaban pasear si te portabas bien o cuando abrían la sala de fumadores. La sala de fumadores era el lugar más cutre que te puedas imaginar, pero allí pasábamos los mejores momentos del día. Hubo un tiempo que tenía una pandillita y nos lo pasábamos bien. Daba la sensación de que estabas entre amigos y no encerrado en contra de tu voluntad. Los paseos por el parque que había dentro del recinto del hospital también sentaban bien. Respirabas aire puro pero te sentías como un presidiario saliendo al patio. Entraban nuevos pacientes cada poco tiempo con problemas mentales. La mayoría estaban muy excitados los primeros días y muchos creían ser esquizofrénicos por las paranoias aunque casi todos tenían un brote psicótico. Muchos eran chavalitos de menos de 20 años que se pasaron con la droga. También había anoréxicas que se negaban a comer y escondían las pastillas de calcio que les daban en el tratamiento para no tomarlas. La mayoría aceptaban su enfermedad y seguían las estrictas pautas del tratamiento pero algunos se rebelaban. No era mi caso. Yo quería salir de allí. [caption id="attachment_6210" align="aligncenter" width="640"]CC/StVilla CC/StVilla[/caption] Pasado un mes desde mi ingreso me dieron mi diagnóstico y me mandaron a casa. En las sucesivas sesiones con el psiquiatra había pasado de la excitación y la depresión a una relativa calma. Ya estaba listo para afrontar la dura realidad: vivir bajo los efectos de la medicación y con las estrictas pautas de conducta. Nada de salir ni trasnochar, nada de drogas ni alcohol y ninguna práctica que me provocara estrés. Al principio no me dejaban ni usar el móvil ni entrar en internet. El diagnóstico fue de posible trastorno bipolar, posibilidad que quedó confirmada más adelante y la medicación que me recetaron fue un antipsicótico y un estabilizador del ánimo, además de otros medicamentos temporales que me fueron retirando. Entre la medicación y mis pautas de conducta quedé sumido en una ligera depresión de la que tardé años en salir. No podía hacer nada de lo que me gustaba y casi no podía ni estudiar. Estuve a punto de dejar la carrera a falta de solo tres asignaturas. Tenía visitas periódicas a la psicóloga y el psiquiatra para controlar mi estado y regular la medicación. Fue una época muy oscura por las restricciones y porque tenía una visión pesimista de mi futuro. [caption id="attachment_6211" align="aligncenter" width="640"]CC/StVilla CC/StVilla[/caption] El trastorno bipolar es una enfermedad mental que consiste en que tu mente tiende a desestabilizarse. Así que puedes pasar de un estado de ánimo depresivo a otro en el que te encuentras eufórico. Además tu mente se acelera y se vuelve maníaca. Por suerte la medicación te deja estable aunque no sin efectos secundarios. En el día a día te sientes adormecido por las mañanas y a veces te pones nervioso o ansioso por cualquier cosa. Te tiemblan las manos y parece que tienes párkinson, te dan espasmos musculares, te puede dar insomnio… y una infinidad de cosas más. No me extraña que muchos enfermos dejen el tratamiento porque no es nada fácil de soportar, aunque la verdad es que la mayoría de estas cosas desaparecen después de unos meses. Con el paso del tiempo me estabilicé y me regularon la medicación para ajustarla y que se minimizaran los efectos secundarios. Conseguí acabar la carrera y empecé a trabajar de camarero. Me di cuenta de que podía trabajar como cualquier otro y que no tenía por qué sentirme como un enfermo. Empecé a salir de la depresión y a hacer vida normal. Bajaba por las noches como cualquiera, ligaba, follaba y me sentía bien. Aun así tuve un par de momentos en los que casi pierdo el norte pero como conozco los síntomas de mi enfermedad lo remedié a tiempo aumentando la dosis de mi medicación. Voy a tener que estar medicado toda mi vida y es algo que no me gusta en absoluto pero prefiero eso que volver a encontrarme mal. Siempre me pregunto si voy a volver a estar mal en el futuro pero en realidad sé qué es lo que tengo que hacer si me sucede otra vez, acudir a un médico. A la gente que tiene problemas mentales le recomendaría que hicieran caso a sus psiquiatras y que no se dejen llevar por la fiesta y por lo que haga el resto de la gente. Yo por mi parte salgo de juerga siempre que me apetece y me vale todo: verbenas de pueblo, fiestas techno, San Juan, fin de año, carnavales… pero lo hago con mucha moderación y sin droga. Es más aburrido pero es lo que hay. Además con la edad ya no salgo tanto y no le doy tanta importancia. Lo importante es la salud, encontrarse a gusto con uno mismo y ser feliz y en este momento yo soy feliz. https://www.youtube.com/watch?v=FAIoQLZ1crE]]>

Obelix
Obelix

Obélix es el único habitante del irreductible poblado galo que no puede beber la poción mágica que les da una fuerza sobrehumana, ya que se cayó de pequeño a la marmita y los efectos de la poción son en él permanentes.

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