Os odio a todos, hijos de puta

CC/James Vaughan
CC/James Vaughan

 

En el colegio, cuando el profesor nos hablaba sobre las monarquías europeas yo me preguntaba quién cojones habría dictado que aquel marujeo pasaba a formar parte de la historia: Grecia, Roma, el humanismo, la grandeza del ser humano… ¿Quién coño podía equiparar aquellas estirpes verduleras y sus miserias con episodios como la caída de Constantinopla, las conquistas de Alejandro Magno o la locura de Calígula? Os odio.

 

En la universidad, cuando la profesora de prehistoria negaba la convivencia entre los sapiens y los neandertales muchos intuíamos que se equivocaba. Era una cuestión de negarse a aplicar el mero sentido común, como cuando los científicos circunscriben la posible existencia de vida extraterrestre a los parámetros de la vida tal y como la conocemos. Se equivocan en el punto de partida pero como son idiotas se niegan a admitirlo. El mundo es idiota. Tú probablemente seas también un idiota. Por eso os odio.

 

Tenía una novia que me escupió un día en la polla, por casualidad. Aquello me encantó. Le pedía siempre que me escupiera en el glande cuando me la chupaba. Me excitaba. Empecé a escupirle yo a ella en el chumino. También le gustaba. Me puso los cuernos con un becario que conoció un día en su trabajo. Me lo dijo así de repente, sin más, un día que estábamos en una cafetería. Entonces lo dejamos. Pero lo cierto es que no le guardo ningún rencor. Por eso os odio a todos.

 

Mi mujer me dijo si veíamos aquella película. A los cinco minutos ya sabía todo lo que iba a ocurrir, incluido el final. Era siempre la misma puta película: el científico aquel con cara de gilipollas sabía que iba a haber un cataclismo climático. La nieve lo cubriría todo en poco tiempo, advertía a las autoridades y nadie le hacía caso. La misma mierda de argumento de siempre. Al final salían gabinetes de crisis, gente de uniforme, unos cuantos efectos especiales y bla, bla, bla. Por eso os odio a todos, hijos de puta.

Pedro J. Panoplia
Pedro J. Panoplia

Adjunto del adjunto del director, esta exótica promesa del periodismo patrio mueve los hilos en esta web. Amado y odiado a partes iguales, transpira neoperiodismo por cada uno de los poros de su piel. Duerme, come, caga y vive en la redacción.

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