La isla desierta de las moscas es una gayola para gourmets pajeros, que requiere grandes dosis de paciencia y una elaboración farragosa. Aunque, como suele ocurrir siempre en estos casos, el resultado final es glorioso, por lo que tanto esfuerzo sí merece la pena. Todavía recuerdo mi primer pajote empleando esta técnica artesanal, que ha sobrevivido en el tiempo gracias al boca a boca pajilleril y se ha transmitido de padres a hijos desde la noche de los tiempos. Se trata de una paja ya inmortal, de un elemento más de la cultura europea de principios del siglo XXI como el trap o los youtubers. Para poner en práctica esta pera necesitaremos capturar seis o siete moscas vivas y juguetonas a las que arrancaremos cuidadosamente las alas. Guardaremos estos simpáticos insectos en un bote al lado de la bañera y nos dispondremos a dar el paso más importante: la preparación del baño.
El agua debe estar exactamente a 26,5 º y perfumada al gusto del pajillero. Se recomienda poner una música relajante y emplear únicamente velas para iluminar la estancia. Las moscas se soltarán entonces sobre la verga ya erecta y, en sus incesantes intentos de encontrar una salida, irán estimulando el glande de forma tan excitante que ninguna geisha podría igualar su delicadeza y tesón. La Escuela onanista de Chicago recomienda que el agua no llegue a sobrepasar el hombligo del pajero, con lo que parte del vientre y de los testículos serían también estimulados por las moscas. No obstante, puristas de la paja de la talla de Sir Arthur Vermaat o John Moore Casabian, de la Escuela británica, abogan claramente porque solo el pene sobresalga del agua. Se trata de la famosa controversia de la masturbación acuática, un debate iniciado a mediados del siglo XIX y que todavía hoy no ha sido resuelto.
La eyaculación resulta siempre esplendorosa y densa, lenta como la muerte del tísico, terriblemente locuaz. El orgasmo llega como lo hace la primavera, abrupta y hermosamente. Únicamente hemos de advertir a nuestros camaradas onanistas de los peligros que supone para las moscas quedar atrapadas bajo la lefada. Y es que somos ante todo defensores de la naturaleza y hemos de procurar que estos bellos animalitos no perezcan ahogados entre nuestro semen, como ocurría antiguamente cuando no se tenían en cuenta para nada los derechos de los animales. Muchas pajas y buena suerte.