Jugar a la petanca, ponerse tres jerseis, echarle migas de pan a las palomas o quedarse mirando las obras toda la tarde pueden parecer prácticas no demasiado estimulantes. Sin embargo, estas aficiones resultan las más apasionantes del mundo para los olders, personas que han decidido comportarse como ancianos y que en algunos casos llevan a extremos que pueden causar risa, extrañeza e incluso indignación. El olding, tendencia difundida entre círculos intelectuales en Estados Unidos a finales de los sesenta, nace oficialmente en 1954 con la publicación de A loving old memory, del filósofo y ensayista de origen griego Henry Pousalidis. Esta obra apelaba a la necesidad de adquirir valores de la senectud en plena juventud para ser conscientes de nuestra mortandad y vivir así una vida plena. «Estos postulados iniciales de la doctrina oldie fueron redondeados por otros autores y en cierto modo radicalizados, con lo que se hacía preciso vivir como un anciano para serlo de forma efectiva y permanente, para poder ser dichosos en la decrepitud y en la misma muerte», explica Alfredo Santalices, presidente de la Asociación Oldie de Cantabria. «Hay gente que ha llegado a perder un poco la cabeza con esta historia y que ha encamado hasta la muerte o incluso se ha amputado un pie para poder usar bastón… pero son casos aislados, se trata de gente enferma», precisa Santalices, para quien disfrazarse de anciano y salir a deambular por los centros comerciales «es una forma de distraerse como otra cualquiera».
En Estados Unidos, desde donde esta moda ha comenzado a penetrar con fuerza en Europa y en Asia, el olding es ya algo habitual. Hasta tal punto que han nacido firmas de ropa especializada -y costosísima- que imitan a la perfección prendas del siglo pasado empleando los materiales más modernos. Al otro lado del charco florecen también empresas dedicadas a recrear asilos para todos aquellos amantes de la senectud adelantada. «Estábamos ya acostumbrados a verdaderas filias como el síndrome del bebé adulto, que en España cuenta con numerosos adeptos y puede ser incluso perjudicial para la salud, pero el olding es una tendencia todavía minoritaria en nuestro país», comenta Alfredo Santalices. En su opinión, la moda de vestirse como un anciano y comportarse como tal «será algo totalmente habitual en los próximos años».