Aquel Martini blanco

No sabía por qué pero tenía que beberme aquel Martini blanco. Era lo más importante de mi vida en aquel momento. Estaba demasiado borracho como para pensar en otra cosa. Gordo, medio calvo, mis ojos habían perdido aquel brillo salvaje, mi polla no se ponía tan dura, ya no pretendía ser una estrella e rock, casado y con un hijo… miraba de reojo hacia aquellos adolescentes que se contoneaban en la pista de baile. Envidiaba su juventud. Yo, que siempre había despreciado la mía. La muerte llegaría pronto para todos y ellos ni siquiera lo sospechaban. Se movían al son de aquella canción de mierda de aquel retrasado llamado Enrique Iglesias. Menuda basura escuchaba aquella generación: el indie de los cojones, Bisbal, Black Keys… ¿Qué había sido del rock and roll? ¿Dónde estaba el espíritu de rebeldía juvenil de aquella gente? Ahora ya no había ni peleas en las discotecas. Menuda panda de maricas, con sus gafas de pasta, sus peinados estilo nazi y su delgadez extrema… se cagarían todos en los pantalones si se teletransportaran a mi colegio de EGB, con todo el alumnado sometido a eso que ahora llaman bulling… porque ahora hay que ponerle a todo un nombre en inglés, en este gilipollismo imperante.

 

 

Recordaba aquellas brutales imágenes de Dalí agonizante, genial hasta el final. Un hombre gigante, un titán. Solo te quiero a ti, amor, pero me follaría a todas las otras. Sonreí y miré el escote de la camarera y pensé en una paja cubana. Comencé a tragarme aquel Martini blanco. No quería bajar. Podía morir después, pero antes tenía que bebérmelo y no sabía por qué. Puto Enrique Iglesias, habría que matarlo. Los chavales me miraban de reojo, creo que era porque estaba empezando a decir en alto lo que pensaba. Panda de capullos, con su ropa de marca y su desaliño perfectamente estudiado: todos iguales, putos clones. Las multinacionales de ropa les habían lavado el cerebro con aquella mierda de que eran «especiales» y tenían «estilo».

 

https://www.youtube.com/watch?v=iT-gLHVTBc0

 

Lou Reed había muerto, a veces imaginaba que seguía vivo y que me lo encontraba por ahí en algún bar. Yo los veía como vacas en el matadero esperando a ser abiertas en canal en rigurosa fila. Yo, el abstemio, sentado en aquella barra sintiéndome tan solo como pocas veces en mi vida. ¿Qué coño hacía allí? A lo mejor solo esperaba que alguien me partiese la cara. O a lo mejor quería iniciar la destrucción de la civilización occidental. Terminé el Martini. No podía escucharla, pero me esforcé por recordar la sublime Oh SWeet Nuthin´de la Velvet Underground mientras salía de allí dando tumbos. Pensé en el ébola y en hermosas epidemias con caos y destrucción. Pensé en el rescate a la banca y en las tarjetas negras de los directivos de banca. Pensé en todas aquellas mariscadas, putas de lujo, cocaína y botellas de Dom Pérignon. Yo solo era otro cobarde pero consciente de mi cobardía.

 

Wilson Palleiro
Wilson Palleiro

Cree que todavía es posible cambiar el mundo. Como no tiene el valor suficiente para quemar cajeros o hacer escraches, escribe cosas.

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