En castellano, el idioma de la España imperialista, el insulto “hijo de puta” suele aplicarse a lo que entendemos como “mala persona”, según la Real Academia Española. Ese significado queda lejos de aproximarse siquiera al desprecio que siento por el individuo que nos ocupa. Más aún teniendo en cuenta que los hijos de las prostitutas pueden ser personas maravillosas. Y que ha habido meretrices -sin entrar en el debate de lo moral o inmoral de su oficio, tan antiguo como la Humanidad-, tan excepcionales como Griselidis Real o la propia María Magdalena. Estamos acostumbrado a las ejecuciones televisadas, a la mierda bajo nuestras narices, estamos inmunizados a ver tiros en la nuca y descuartizamientos en los telediarios. Es el pan nuestro de cada día. La basura está ahí, al alcande de nuestra mano, no hay más que poner Telecinco. Pero cuando la pornografía se reviste de un presunto cariz intelectual… las arcadas son inaguantables. Y más aún si eso genera ingresos a sus perpetradores, a los vendedores de miseria. Angelo Merendino es un hijo de puta que se ha dedicado a fotografiar a su mujer moribunda para «concienciar» -qué mierda de palabra- a la «sociedad» -otra mierda de palabra- sobre el cáncer de mama y ganar pasta de paso. Este fulano con tantos escrúpulos como talento comenzó a colgar en su blog las imágenes de su ya fallecida esposa, Jennifer Blurry, desde que le detectaron la enfermedad hasta su muerte. Y comercia alegremente esta mierda en Internet, ya que por unos veinte euros puedes comprar el librito con las penosas fotografías que tomó a la difunta. »Las imágenes son el reflejo de los desafíos a los que tuvimos que enfrentarnos, de las dificultades, el miedo, la tristeza…», cuenta este capullo en su bitácora digital. Menudo montón de mierda.
«Con el permiso de Jen he publicado una selección de estas fotografías». Con esta frasecita zanja el tío el asunto de si, verdaderamente, su mujer estaría en sus cabales para efectuar tal afirmación, para permitir que su intimidad fuese aireada tan a la ligera. Nos lo tenemos que creer porque él lo dice. Tócate los cojones. Y es que, sin pretender ni por asomo ponerme a divagar sobre el cáncer y el sufrimiento que causa tanto a las personas que lo padecen como a sus familiares, creo que este tipo de prácticas lo que hacen es trivializar esta enfermedad. Y ni siquiera el consentimiento de su esposa firmado ante notario justificaría comerciar con el dolor. Flaco favor le hacen estas fotos a nadie más que al propio Angelo Merendino, a su vanidad y a su cuenta corriente. Y todavía se atreve a darnos lecciones de integridad, el muy hijoputa, fotografiando a gente por la calle que se quedaba mirando para Jennifer. ¿No sería que observaban cómo aquel energúmeno le hacía fotos alegremente a aquella mujer enferma de cáncer? Es un mundo aberrante.
Pero no hay que salir fuera de nuestro país para encontrar esta mierda. Los comerciantes de la desgracia campan a sus anchas. En la televisión española la mierda se vende por sí misma. Y si hay niños de por medio, mejor. Recordemos el espectáculo deleznable ocurrido, cómo no, en Telecinco, en esa bazofia en la que ponen críos a cantar. Una niña, Iralia, se murió también de cáncer antes de que saliera a la luz su última intervención. Por supuesto emitieron las imágenes con la pequeña de cuerpo presente. La audiencia fue bestial. Carroña para los carroñeros. Eso sí que es porno guarro para gente retorcida. Montañas de mierda.