Todos os creéis especiales

Cuando le dices a alguien que es especial es como si no le estuvieses diciendo nada. Es como si le dijeses: “Eres un ser humano”. Recuerdo la primera vez que mi compañero Alberto me copió una redacción de tema libre en el colegio. Solía mirarme mis cosas y me daba igual, pero aquello simplemente yo no podía entenderlo. Lo miré, alucinando, y le dije: “Alberto, pero es de tema libre, puedes escribir de lo que quieras”. Recuerdo lo que me contestó exactamente. “Déjame mirar sólo un poco, luego ya lo cambio yo”. Ese día pensé que todo era mentira, que el Renacimiento no había servido para nada en realidad y que estaba todo perdido. Pensé que Alberto era la persona más estúpida que había conocido hasta entonces. ¿Cómo coño habría conseguido que todo el mundo, sobre todo los profesores, pensasen que era tan genial cuando sólo era un capullo? Quizás infuyera el hecho de que su madre, que parecía un poco puta, fuese a hablar contínuamente con los profesores. Qué buena estaba su madre, ¡qué tetas!

Alberto y yo nos respetábamos, pero aquel día lo cambió todo. Sólo podía verlo como el gilipollas descerebrado que era. Pienso en Alberto, hoy funcionario de la Xunta, diciéndole a su mujer que es especial después del coito. Porque decir que alguien es especial es como decir que es normal. ¿Qué cojones significa ser normal? ¿Sodomizar cabras es de persona normal? ¿Beber cervezas en los bares es de persona normal? ¿Meterse el dedo en el culo y chuparlo es de persona normal?

Muros de papel que sostienen imperios de carne pútrida. Te quiero. Predicadores de teletienda que venden billetes al paraíso. Mi vida. Todos os creéis especiales, hijos de puta. Y no valéis ni una puta mierda. Ni en vuestro lecho de muerte podréis ver que estáis acabados. Que os follen.