Si el Toro de la Vega se celebrase en USA, en Hollywood se rodarían películas en las que Brad Pitt, Al Pacino o Robert Downey Junior interpretarían a aguerridos lanceros que darían muerte heroicamente al astado. La escena final de uno de estos filmes, que tendría uno de esos títulos tan grandilocuentes como estúpidos tipo Horns of doom o alguna otra gilipollez al uso, consistiría en un plano secuencia de una llorosa Angelina Jolie perseguida por la malvada bestia. En esa toma, rodada bajo la lluvia, una vaporosa Jolie vestida de rojo chillón, se abrazaría al torso de su héroe, bañado por la luz de la luna llena con la sangre del animal escurriéndose aún caliente por su lanza, muerto bajo sus pies.
Si Tordesillas estuviese en Arkansas nos parecería estupenda y muy cool esa forma de abatir al toro. La prensa de todo el mundo se mostraría encantada con esta muestra de valor anglosajón, cuyos orígenes se remontan nada más y nada menos que al Medievo. Todos llevaríamos camisetas que mostrasen hermosos bovinos siendo alegremente lanceados con algún lema graciosete en inglés –I struck the Tordesilla´s bull, por ejemplo-, y habría colas por viajar hasta esa localidad para hacerse un selfie con el animal siendo lanceado al fondo, lo más cerca posible y a poder ser que se viese mucha sangre. Sería el paraíso de cualquier moderno que se preciase. Hipsters, gafapastas y demás gente gilipollas desembolsarían cantidades astronómicas por hacerse con una lanza y poder atravesar la carne del toro.
Si Valladolid fuera una ciudad próxima a Londres, todo el asunto del Toro de la Vega generaría enconadas tesis doctorales que defenderían el valor ecológico del torneo. Y por todo el mundo proliferarían museos dedicados a ese tema. La tauromaquia sería una asignatura obligatoria en todas las escuelas. En las principales ciudades del mundo se organizarían eventos que copiarían la celebración vallisoletana, cuyo prestigio se mediría según el número de toros originarios de España que pudieran reunir. La gente se pelearía por poder lancear al animal para poder subir la foto a Facebook, y hasta Mark Zuckerberg colgaría en su perfil una imagen de su lanza sanguinolenta con un toro agonizando tras su rostro sonriente. En Zara sacarían una camiseta sobre el asunto, con un estampado rojo sobre negro que, a modo de manchurrón de sangre, formaría las palabras I love Toro de la Vega. Y todos tan contentos.