Quinceañero modelo

CC/Marco Braun
CC/Marco Braun

 

Cuando tenía quince, dieciséis o diecisiete años digamos que no era el adolescente con el que las madres sueñan. A los quince experimenté lo que la gente llama libertad. No era del todo libre porque compartía techo con mis padres, pero hacía más o menos lo que me daba la gana. Si quería hacer algo que mis padres no me permitían solo tenía que ocultárselo. Y se me daba bastante bien. A esa edad probé el LSD, la cocaína, las pastillas y empecé a beber y a fumar porros siempre que tenía dinero. Y si no tenía lo robaba. No a mis padres, claro. Si no, se darían cuenta. Se lo robaba a la gente en la calle. Sirlas, robos con fuerza… lo que hiciera falta para poder pasarlo bien. Hubo una época que me escapaba por las noches de casa para robar o drogarme. O las dos cosas. Esperaba a que mis padres se durmieran y salía por la terraza y escalaba la fachada para irme por ahí con mis amigos, los delincuentes juveniles. Era libre. Y hacía lo que me daba la gana.

Recuerdo una noche en que salí por ahí de tripi con otros tres y acabamos robando una guitarra y un bajo eléctricos que nos encontramos dentro de una furgoneta aparcada en plena calle. Luego le quitamos los playeros a un pobre diablo que nos cruzamos por ahí y que se fue descalzo para casa. Y por si fuera poco nos llevamos también un Vespino que estaba sin candado en la puerta de un local. Vaya colocón. Los tripis eran unos Géminis. Estaban buenos.

Eran otros tiempos. Antes la gente no llevaba el móvil en el bolsillo y la policía tardaba mucho tiempo en llegar. Recuerdo que una vez nos hicieron una rueda de reconocimoento en plena calle. Nos pusieron delante del coche patrulla apuntándonos con las luces mientras los de dentro nos señalaban con el dedo. A mí me tocó. Pero llevaba puesta la careta de otro… era Carnaval… así que nos dejaron marchar. Ningún juez daría por válido ese testimonio. Podría haber sido cualquiera el que cometió el delito. No recuerdo quién pudo ser la persona que me señaló. En esas fechas nos descontrolábamos mucho. Con una careta puesta no había límites…

 

https://www.youtube.com/watch?v=cAfP5BMKgjc

 

En esa época la liábamos constantemente. Era raro el día que no participábamos en una pelea, en un robo o en una redada policial. Recuerdo incluso dos o tres puñaladas a gente inocente. Nos paraban todos los días. Incluso en la puerta de casa. Casi nunca nos multaban porque no nos encontraban nada encima. Una vez me llevaron detenido y me soltaron sin cargos. No tenían ninguna prueba. Éramos niños salvajes. La mayoría de mis amigos de esa época han pasado por la cárcel o por el correccional, o se han gastado un dineral en abogados. Creo que soy el único que no está fichado por la policía. He tenido mucha suerte. Tuve la fortuna de verle las orejas al lobo. Cuando empezaron a detener a mis amigos me di cuenta de que esa vida no era la que yo quería para mi. Eso y que mis padres me cacharon pero bien. En una de mis noches locas acabé en el hospital. Tenía diecisiete años y me desperté en una cama de la residencia, atado a la cama y en pelotas, tapado por una sábana. En el análisis que me  hicieron di positivo en cánnabis, LSD, cocaína y anfetaminas… fue la primera vez que me llevaron al psicólogo. Me habrió los ojos. Me hizo pensar y ver el mundo de otra manera.

Y menos mal que nunca dejé de lado los estudios… A pesar de llevar esta vida me levantaba por las mañanas para ir al instituto. Y estudiaba lo suficiente como para aprobar raspado. Acabé el instituto y fui a la universidad. Y allí me junté con gente decente y acabé reformándome. Dejé atrás los robos, las sirlas y las peleas… la vida de delincuente. También me ayudó una novia que tuve justo despues de acabar en el hospital. Era buena chica y me sacó del lado oscuro.

No echo de menos en absoluto la vida de delincuente. Es más gratificante conseguir algo con el sudor de tu frente que robándolo. Y lo valoras más. Además no sientes tensión cuando ves pasar un coche de policía. No piensas «¿vendrán a por mi?». Vives tranquilo…

Ahora tengo una diplomatura y un trabajo formal. Queda muy atrás la vida de delincuente. Siempre evito la violencia y no robo ni un chicle. Éramos algo asi como skinheads o hooligans pero sin ningún tipo de ideología ni ninguna afinidad por el fútbol ni por nada. Solo éramos amigos de nuestros amigos y todo nos sudaba la polla.

Éramos salvajes. Éramos carne de cañón. Carne de talego… talegueros.
Anónimo.

Colaborador
Colaborador

Persona humana que cree que aún es necesario luchar por la libertad en defensa del pensamiento crítico y por la igualdad de credos. Anónimo por vocación y solidario por necesidad.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *