Mónica Riley, una rolliza texana de 317 kilos, quiere seguir engordando hasta alcanzar los 450. Pretende convertirse así en la mujer más gorda del mundo y, de paso, cumplir su fantasía sexual: quedarse postrada en su cama para que su novio Sid la cuide. «Quiero permanecer inmóvil, es mi sueño, para que mi hombre me trate como a una reina porque así podría estar todo el día pendiente de mí, es una fantasía sexual para nosotros y hablamos mucho sobre ello; él me ayuda a levantarme del sofá y de la cama», asegura esta chica a la que su pareja alimenta mediante un embudo. Y es que esta joven de 27 años ingiere cada día unas 8.000 calorías para lograr su objetivo de ser la más gorda del mundo. Su obsesión, que podría matarla, ha provocado que sus familiares desaprueben esta carrera frenética hacia la obesidad mórbida extrema… y mortal. No así su novio Sid, todo un cebador, que parece encantado con la idea: «La amo y me encanta hacer cosas para ella, cuidarla sería hacer un sueño realidad». Mónica Riley -que no sabemos si será pariente del ya famoso James Riley, el apocado chaval que perdió su virginidad en un polémico documental de la BBC- está decidida a llevar su fantasía hasta las últimas consecuencias. Más allá de su propia vida, más allá de la reprobación y la burla de esta sociedad hipócrita, Mónica y Sid son un verdadero ejemplo de integridad. El amor, esa palabra tan desvirtuada, tan sobada, tan prostituída, los ha conducido a un frenesí en el que el afán de notoriedad y la parafilia sexual también han ayudado. Porque es innegable que hace falta un poco de locura para embarcarse en esta gesta tan absurda como maravillosa. Muchos pervertidos pagan para observar a través de Internet cómo Sid alimenta a la voluptuosa Mónica, que dice trabajar también como modelo de tallas grandes. Los dos se conocieron por Internet y, a pesar de que ella ya ha sufrido dos abortos, planean tener un hijo con el que completar su felicidad. «Nada me impediría criar a mi hijo desde el dormitorio ya que podríamos contratar una niñera para que nos ayudara y sacara al bebé a la calle», confiesa Mónica, para quien matarse en el camino carece de importancia. Y es que esta Venus estilo Neolítico no solo parece estar por encima de los estereotipos sociales que relacionan delgadez con belleza, sino que impone unos nuevos. A Mónica y a Sid podemos criticarles muchas cosas, pero no el tener personalidad propia y pensamiento crítico. Hace falta mucho valor para proclamar este romance destructivo a los cuatro vientos. Es necesario un poderosísimo desapego hacia lo material para embarcarse en este suicidio social. Mónica y Sid contra el mundo. Y lo contradictorio es que ese amor que trasciende sus cuerpos y sus propias vidas parte de ese materialismo a ultranza que nos rodea, porque nace de las entrañas de esta heroína gorda que desea quedar postrada en el lecho para depender totalmente de su amante. Ya lo dijo el poeta Amando Nervo en La amada inmóvil: Con tu desaparición es tal mi estupefacción, mi pasmo, que a veces creo que ha sido un escamoteo, una burla, una ilusión; que tal vez sueño despierto que muy pronto te veré, y que dirás: “¡No es cierto, vida mía, no he muerto; ya no llores…, bésame!”.]]>