Parecía el No-Do. Solo faltaba la voz en off del padre del puto Matías Prats. Los candidatos de PP y PSOE, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, llegaron a la sede de la academia de nosequé. Allí los recibió Manuel Campo Vidal, el mismo caracartón que moderó en 1993 el debate entre Aznar y González. Embutidos en sus carísimos trajes, bajaron de sus automóviles de lujo bajo palio, mientras varios esclavos les sujetaban sendos paraguas negros para ampararlos de la lluvia. Parecía un videoclip de mal gusto de los noventa. ¿Protocolo y elegancia o cutrez rancia? Cuervos negros sobre los candidatos. El PPSOE, el bipartidismo que desde hace casi cuarenta años ha conducido a la bancarrota a esta casa de putas llamada España, desplegaba toda su teatralidad. Y es que el debate de verdad, al que Rajoy envió a Soraya Sáenz de Santamaría mientras se escondía debajo de la mesa, ya había ocurrido días antes… A pesar, eso sí, de la lamentable ausencia de IU.
Indigno, lamentable, vacío y exasperante son algunos de los calificativos más suaves con los que se puede describir el esperpento vivido ayer noche en televisión. El ojo tembloroso de Rajoy contra la mandíbula batiente de Sánchez. El debate del «Y tú más». Un diálogo de besugos entre dos representantes mezquinos que, durante un tiempo, parecieron olvidar el pacto tácito gracias al que llevan calentando la poltrona durante casi cuatro décadas. Un espectáculo lamentable. Y mentiras, sobre todo de boca del populista por excelencia, Mariano Rajoy, quien incluso llegó a presumir de haber bajado los impuestos y de incrementar el subsidio de desempleo. Con dos cojones. Lo más destacable de la aportación de Mariano, cuando llamó a Sánchez «ruiz» en vez de ruin. Un nuevo insulto, quizás cuando se quiere equiparar a alguien con el cargante ¿artista? Pedro Ruiz.
Un extraterrestre llamado Mariano Rajoy que pareció incluso sorprenderse cuando Pedro Sánchez le preguntó sobre Bárcenas, la corrupción y toda la mierda que rodea al Partido Popular. Un Pedro Sánchez que se disfrazó de Pablo Iglesias al ver que su sonrisa profidén y las fotos con las amas de casa no le hacen subir en las encuestas. Una conversación plagada de datos y sin alma. No había ilusión ni ganas de hacer nada. Dos verduleras discutiendo en la plaza. Dos viejas amargadas con los coños secos. PPSOE. La casta. Lo viejo. Un debate en blanco y negro de esa España del pasado. Una charla a años luz de la realidad española… chapucera y cutre, sí, pero con gente ilusionada y, por suerte, todavía en color.