No todas las opiniones son respetables. Sobre todo aquellas divagaciones que ni siquera alcanzan esa categoría; presuntas opiniones que proliferan por doquier, cuando cualquier cretino se ve en la obligación de defender causas indefinidas que hacen surgir enconadas estupideces. Las opiniones de Belén Esteban o Kiko Hernández sobre algún fenómeno climático, por ejemplo, comparadas con las de un meteorólogo sobre el mismo tema, son simples cagarros… opiniones-cagarro si se prefiere. Es una obviedad que a menudo olvidamos o dejamos de lado en estos tiempos del buenrollismo donde cualquier pazguato sienta cátedra con sus emocionadas sentencias. Porque no todas las opiniones tienen el mismo valor. Porque muchas opiniones no son aceptables, no ofrecen ningún tipo de argumento, no aportan absolutamente nada y, lo que es peor, ni siquiera tienen puñetera gracia. Pero en estos tiempos de de los 140 caracteres, el disparate alcanza el rango de opinión y una legión de ignorantes, regurgitan-retuitean la misma gilipollez hasta convertirla en supuesto dogma de fe. Es lo que ha ocurrido con el plátano que un espectador lanzó desde las gradas al jugador de fútbol Dani Alves, del Barcelona. Los hechos ocurrieron durante el partido que los culés jugaron contra el Villareal, en el campo de este último equipo. Alves se comió un trozo del plátano antes de sacar un córner, lo que al parecer ha supuesto un acto revolucionario. Naturalmente, las fuerzas del orden y del flower-power identificaron a este execrable individuo, sobre el que de inmediato recayeron las culpas de todos los males pasados, presentes y futuros. El chaval no podrá volver a entrar al campo castellonense del Madrigal y el Villareal le retiró «de por vida» su carné de socio. David Campallo, así se llama el autor del lanzamiento de la fruta, pasó a encarnar a partir de entonces al mal mismo, y la legión de analfabetos que nunca se ha preocupado de juzgarse a sí misma antes que a los demás, lo convirtió en una jugosa cabeza de turco.
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Es obvio que lanzar un plátano a un jugador no parece la mejor forma de actuar, pero también es cierto que los medios de comunicación parecen vivir en Los mundos de Yupy. Y es que, queridos amigos, a los campos la gente no va a ver el partido dando sorbos a sus tacitas de té y comentando en voz baja las jugadas. Al fútbol en España se va a dar rienda suelta a las más bajas pasiones. La gente suele cagarse en las putas madres de los jugadores del equipo contrario, del árbitro, del entrenador rival y de la afición visitante. Los hinchas suelen incluso ostiarse en los aledaños del estadio, tanto antes como después del encuentro. Los autobuses en los que viajan tanto jugadores como afición foránea a veces son apedreados e incluso han muerto personas por disputas futbolísticas… Así que menos rasgarse las vestiduras por el puto plátano y más sentido común.
A Alves no le han lanzado este plátano por el color de su piel, se lo han lanzado porque es un imbécil. Decir que esto es racismo es como decir que los soldados que disparan en la guerra son unos violentos. Porque no sé si saben que los soldados en la guerra matan, de las metralletas no salen chucherías ni besitos. A lo que íbamos. Alves ha hecho gala en innumerables ocasiones de lo imbécil que puede llegar a ser: saltando en la cama como un imbécil en ese vídeo imbécil que él mismo grabó y subió como un imbécil a las imbéciles redes sociales, por poner solo el ejemplo más cercano en el tiempo. Pero el récord lo batió cuando, tras su gesto, que incluso calificaría de acertado, se dedicó a echar más leña al fuego, con lo que puso la guinda al linchamiento mediático del tal Campallo. «Hay mucho racismo en España, en algunas cosas están muy atrasados», dijo el internacional brasileño, aficionado a vestir como un cretino. Pues no más que en cualquier otro puto país europeo, me temo. Porque en todos los campos de fútbol de aquí la afición recurre a lo que sea con tal de fastidiar al contrario, y sentimos comunicarle a las personas muy sensibles y aprensivas que, si los jugadores del equipo rival son negros, algunos exaltados les gritan lindezas como «mono», «orangután», «Kunta Kinte» o la menos imaginativa «negro». Sentimos ser nosotros, una web de mierda, los que tengamos que efectuar esta triste revelación, pero nos vemos en la obligación ante la alarmante espiral de papanatismo detectada en los últimos días. A lo mejor en Brasil lanzan flores a los jugadores rivales en vez de escupitajos. Aquí no. Y algunas veces también les tiran plátanos a los jugadores negros, buscando cabrearlos. Lo sentimos mucho, de veras. Entendemos que los millones que gana Alves no justifican que tenga que soportar tener que padecer el suplicio de que le lancen alguna banana de vez en cuando. A Figo le lanzaron una cabeza de cerdo y nadie se lo tomó como algo racista. ¿Y los cerdos? ¿Es que a nadie le importa la dignidad porcina? Pero no, a la caterva de analfabetos no parece importarle demasiado esto.
Yo mismo viví partidos infernales en Riazor. El Real Madrid de Hierro, Míchel y Zamorano jugaba contra el gran Dépor de aquellos años. Durante noventa minutos, cada vez que tocaba el balón Iván Zamorano, ese gran jugador, miles de voces coreaban «indio, indio» de forma nada amable, de un modo vilmente etnocentrista. El delantero chileno jamás perdió ni un segundo en darle importancia a los patéticos cánticos, aguantó estoicamente el chaparrón e hizo lo que mejor sabía hacer: jugar al fútbol. Eso es lo que diferencia a un jugador de fútbol de verdad, a un profesional, de un chiquilicuatre. «Michel, Michel, Michel maricón» era otra consigna que entonábamos cuando el mencionado jugador tocaba la bola. ¿Era eso homofobia? ¿Era lo de Zamorano racismo? ¿Es lo de Alves racismo? No. Es el fútbol y el puto mundo real. De lo que se trata es de sacar de quicio al jugador rival. Y si es tonto, como por ejemplo Eto,o, al que con gritarle «uh-uh-uh» un poco ya se desesperaba… misión cumplida. Es fútbol. Es la vida. Y la vida no es muy políticamente correcta, más bien es una puta. Perdón por mi lenguaje sexista.
Gracias a todos los retrasados que se han hecho la foto con el puto plátano. Neymar, Roberto Carlos, Agüero… Me han inspirado mucho. Sobre todo Mariló Montero, cuando entabló ese duelo mortal de tontas con María Casado y le espetó: «Nos gusta toda la gente». Qué suerte tienes, Mariló. A mí no.
Amigo Palleiro, el fútbol es un simulacro de la guerra. Es una escenificación de lo que quisiéramos hacer y no podemos. Nos gustaría descabezar personas, humillarlas o esclavizarlas, y tener campeones que ocuparan la vanguardia de nuestro ejército. Guerra medieval, Bohemundo de Tarento y Godofredo de Bouillon en el fondo de un estadio. Pertenencia al grupo, defensa de él y muerte del adversario, pero en simulacro. Las gradas del fútbol son el volver a los instintos de la niñez, a la esencia más pura del ser humano: el animal depredador, incluso con sus propios compañeros de especie. Muchos grupos paramilitares ahora en Ucrania están encabezados por ultras, que han pasado de la escena teatral a la real. Arkan, Cadenas, Marriner…. traspasar la cuarta pared para arrancar cabezas de enemigos….