En la tele echaban la primera de El señor de los anillos. El retorcido mago Saruman hablaba con Sauron, el ojo que todo lo ve, a través de su bola de cristal. El señor oscuro de Mordor necesitaba un ejército. Ya éramos dos.
Necesitamos ejércitos encolerizados, espoleados, fanatizados, ciegos de odio y fe. Necesitamos escuadrones de la muerte que violen a niños y niñas. Necesitamos pelotones de fusilamiento deseosos de realizar ejecuciones en masa. Necesitamos a la guerra, la madre de las civilizaciones. Necesitamos destrucción y apocalipsis, y orificios nasales tan abiertos que apenas sean capaces de oxigenar la sangre de los asesinos, hiperventilados por la excitación de los descuartizamientos.
Necesitamos armas químicas y bombas atómicas. Necesitamos terror y nuevas plagas. Necesitamos muerte institucionalizada y tripas sobre el asfalto. Necesitamos nuevos culpables. Necesitamos armas de destrucción masiva. Necesitamos genocidas para sentirnos mejor cada noche con nosotros mismos. Necesitamos sierras mecánicas cortando cuerpos humanos. Necesitamos maldad para creernos inocentes.