“Nosotros exportamos pobreza a España y recibimos capacidad. Nos está faltando gente preparada”. Así se refería el presidente de Paraguay, Horacio Cartes, a la falta de perspectivas de futuro para los jóvenes del país que representa, que casualmente es el mío. En estos términos repugnantes aludía a una vergonzosa falta de oportunidades para los paraguayos que desean labrarse un porvenir en su tierra. De esta forma zafia y grosera resumía una situación de la que un presidente debiera sentirse culpable y apesadumbrado. La frase la pronunció durante su reciente visita a Madrid y, no contento, se mostró encantado de que la nación a la que supuestamente debe honrar y amar, prefiera llenar los cargos que precisan de gente cualificada con personal foráneo en lugar de preocuparse de formar a sus propios paisanos. Resulta denigrante y hace que una se avergüence de su propio presidente.
Y es que yo debo ser una porción de esa pobreza que Paraguay exporta con tanta alegría. Con 20 años recién cumplidos tuve que tomar un día la decisión de abandonar a mi familia, mi hogar y toda mi vida para poder buscarme el sustento. Antes de dar este paso tan difícil intenté, sin éxito, inscribirme en la Universidad Nacional de Asunción… pero solo la matrícula costaba tres veces más de lo que yo ganaba como empleada de hogar. Parece que en mi país los estudios superiores estaban destinados a la gente rica, vedados para esa pobreza a la que pertenezco, con la que usted, señor Horacio Cartes, mercadea con una sonrisa en el rostro.
Llevo más de una década viviendo en España y me avergüenzo de usted, señor Horacio Cartes, y de la imagen que ofrece de nuestro país. Amo a Paraguay con todo mi corazón y lo seguiré haciendo a pesar de sus tristes declaraciones, una falta de respeto hacia todos los emigrantes paraguayos. Porque España me ha dado la oportunidad de trabajar y de formar un hogar en condiciones. No soy pobreza con la que usted pueda comerciar, señor, soy una persona trajadora que por desgracia presta sus capacidades en España, donde pago mis impuestos y soy feliz a pesar de que mi corazón es guaraní. ¡Rohechaga’u Paraguay!
P.R.E.