Querida cartera de Oleiros:
Nos ha colado usted un papelito por debajo del portal en el que nos cuenta que lleva «varios días intentando acceder al portal pero nadie abre». Nos lo dice a nosotros, las personas que no estamos en casa porque trabajamos de diez a doce horas y, casualmente, eso ocurre cuando usted también está trabajando. «Rogaría buscaran una solución», concluye su breve misiva. Sin más. Como si la responsabilidad de entregar el correo fuese nuestra. «La cartera», firma, por si no nos ha quedado claro quien nos escribe. Tiene usted o un gran sentido del humor o muy poca vergüenza.
Bienvenida al mundo real, señora Cartera. El mundo real donde las puertas a veces no se abren, donde las cosas no ocurren como en las películas de Walt Disney, donde los trabajos a menudo son monótonos y desagradecidos, donde a veces hay que llamar varias veces a la misma puerta para que se abra. Como solución le sugeriría que volviese a pasarse por nuestro edificio en otro momento en el que estemos y podamos abrirle… ¿Había usted barajado tamaña posibilidad? Es su trabajo entregar las cartas, no el nuestro. Por otro lado, tenga en cuenta que hay mucha gente en el paro buscando trabajo, y seguro que entre esos millones de personas se encuentran muchos carteros vocacionales.
Atentamente, un vecino que vive en el mundo real. Pásese por aquí algún día.
«Como solución le sugeriría que volviese a pasarse por nuestro edificio en otro momento en el que estemos y podamos abrirle…»
Los carteros trabajamos de 7.30 a 15.00 horas (y repartimos correo en una franja más reducida, obviamente, porque también hacemos labores dentro de la cartería). Si en ese tiempo no hay nadie que nos abra, como comprenderá NO PODEMOS VOLVER MÁS TARDE. Si no entregamos el correo de un portal, se va acumulando, y oh, sorpresa, acabaremos recibiendo la queja de «por mi casa hace un mes que no pasa en cartero». Que igual hay que pensar un poco las cosas antes de soltarlas, eh.