Aquellos maravillosos años… en que trafiqué con droga

-Toc, toc. – Llaman a la puerta.
-¿Quién es?
-Abra la puerta.
-¿Quién es?
-La policía.
En ese momento me vi preso. Teníamos en el piso, más o menos, tres kilos de hachís, 80 gramos de cocaína y alrededor de 3.000 euros en metálico. Pensé que me iba a la cárcel. Rápidamente mi socio cogió la bolsa de coca, se fue al váter la abrió y esperó. Yo cogí la bolsa con tres kilos de hachís y abrí la ventana de la cocina preparado para lanzarla al patio de luces de la parte de atrás de mi casa. Y esperé.

La policía seguía llamando a la puerta. Un amigo contestó:
-¿Qué quieren?
-Abra la puerta
-No. No soy el dueño del piso. No les puedo abrir.
Después de un par de minutos tensos, que me parecieron horas, la policía se marchó. Ese fue el momento en el que decidí dejar de vender droga.

 

CC/Steve Snodgrass
CC/Steve Snodgrass

 

Más o menos un año antes estaba exactamente en el punto contrario. Tenía que vender droga. Estaba estudiando en la universidad y viviendo de lo que me daba mi madre, 200 euros. Pensaréis que no está mal… pero con ese dinero tenía que pagármelo todo: apuntes, gasolina, vicios, salir, el móvil, la ropa. Vamos, que no me llegaba. Andaba con estudiantes que no eran de Coruña y veía lo que pillaban y a qué precio. Y pensaba: «Yo lo consigo mejor y más barato». Además tenía una novia de las Rías Baixas. Y la iba a visitar de vez en cuando. Allí había super precios. Así que lo vi claro. Hablé con dos colegas del barrio y entre los tres montamos una sociedad anónima. Con 6.000 euros de capital inicial, aportamos 2.000 euros cada uno. Cada uno de ellos me prestó 1.000 euros. Devolví el dinero en menos de un mes.

 

CC/James Vaughan
CC/James Vaughan

 

Durante mucho tiempo fui rico. Invitaba a mis amigos a todo, volcaba bolsas de medio gramo y las regalaba, me iba de compras, me fui a vivir con mi novia, me hice varios viajes: a Madrid, a Lisboa, a Barcelona, a Roma y hasta me fui a Cuba. También me compré un portátil de mil y pico euros y recuerdo un día que me gasté 700 euros en ropa. Daba igual lo que gastara. Siempre había más. Era dinero fácil. Una vez que se corrió la voz me llamaban a todas horas. De lunes a domingo. Fue antes de la crisis del ladrillo. Y antes de que subiesen los precios de las drogas. Al final de mi época de camello me salía el kilo de porros a 1,000 euros y lo podía vender a 3.000 aunque normalmente lo dejaba a 2.000. La mayoría de mis clientes eran amigos. Y la cocaína me salía a 30 euros el gramo y la vendía a 50.  Dinero fácil. Entre los tres movíamos mucha cantidad de droga. Más o menos eran 100 gramos de coca a la semana y 5 kilos de porros cada dos semanas. Aparte de pastillas y MDMA me salen las cuentas como que ganamos en un año más de 200.000 euros. ¿Está bien, no? Eso entre los tres. Realmente yo era el que menos vendía de la sociedad. Acababa de empezar y los otros dos llevaban años haciéndolo. Pero aún así me forré.

CC/Daniel Julià Lundgren

Después del incidente con la policía, que al final no fue más que una falsa denuncia de la vecina de abajo que era una hija de puta, decidí dejar de vender y terminar la carrera. Lo malo era que, a pesar de que había derrochado un montón de dinero, me quedaron algo más de 13.000 euros. Con lo cual me volví a casa de mis padres y estuve un año más de fiesta. Hasta que se me acabó la pasta.

Cuando se me terminó el dinero me deprimí. Pasé de rico a pobre. De follador empedernido a no mojar ni por casualidad. Es duro tenerlo todo y de pronto no tener nada. Ni siquiera en los estudios me iba bien. Aprobé solo una ese año. Y lo pasé mal. Muy mal…. de hecho no he vuelto a sentirme bien del todo hasta hace poco tiempo. Y esto me pasó hace por lo menos seis años. Según mis cuentas el delito está prescrito. Pero prefiero que no se sepa quién soy. En el fondo hice bien. Todo lo que sube baja. Y yo subí como la espuma y luego caí a un pozo muy profundo.

Anónimo

Colaborador
Colaborador

Persona humana que cree que aún es necesario luchar por la libertad en defensa del pensamiento crítico y por la igualdad de credos. Anónimo por vocación y solidario por necesidad.

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