Agustín Pousa[/caption] «Siempre supe que detrás de todo aquello estaba la CIA», advierte Pousa, que a pesar de intentar negarse a elaborar la cápsula de ricnina finalmente tuvo que cumplir con el encargo «ante el miedo de que le hicieran algo a mis hijos», explica emocionado, con los ojos llorosos. «He intentado borrar ese capítulo horrible de mi vida pero no he podido, por eso intento desahogarme contándolo todo ahora», confiesa. El farmacéutico, que desde un inicio quiso desvincularse de aquel turbio asunto, asistió impotente a cómo aquellos extraños individuos» perfectamente trajeados y siempre con gafas de sol puestas» lo chantajearon hasta que se vio obligado a participar en la elaboración de una cápsula letal. «Yo nunca sentí animadversión hacia Fidel Castro, más bien al revés, lo consideraba un héroe por no haberse doblegado ante el imperialismo yanki… y me causaba pavor saber que un veneno creado por mis manos podría haber acabado con su vida», revela. «Siempe les devolvía el dinero, pero al final llegaron a ingresarlo en mi cuenta y lo di todo a beneficencia. Era mucho dinero, una gran tentación», añade. https://www.youtube.com/watch?v=YEaUue0bwrY Según Agustín Pousa, la CIA planeaba introducir la cápsula de semillas de ricino en los alimentos que Fidel Castro iba a degustar en la comida que se celebró en la localidad lucense de Láncara, el pueblo natal de su padre. Unas 700 personas participaron en esta comida en la que se sirvió pulpo, empanada y sardinas a la brasa, manjares regados por Ribeiro y, de postre, una queimada oficiada por el presidente de la Xunta de aquel entonces, Manuel Fraga. «Años más tarde pude saber que la cápsula fue detectada por la seguridad privada de Fidel, para mí fue un alivio, pero aquel día fatídico me lo pasé pegado al televisor hasta comprobar que Castro había abandonado Galicia sano y salvo», relata el farmacéutico, el gallego que pudo matar a Fidel Castro.]]>