La sutileza no es la mayor virtud del autor de esta pintada de grafía serena, urdida con el claro objetivo que mancillar la reputación del aludido, una tal Irene Seijo en este caso. Tampoco la capacidad de hacer metáforas ni el siempre socorrido recurso del doble sentido parecen herramientas que el artista intente introducir en su mensaje. Y es que estamos ante una pintada primaria, de las del tipo uno, las que el afamado antropólogo alemán Alfred Göering definió como «pulsiones del corazón en tinta» en su conocida obra Uber maüserfingerschen. El artista pretende dañar con su brocha, zaherir los sentimientos de una mujer sin más. De completarse el mensaje, o sea, de informarnos el motivo por el que Irene Seijo es presuntamente una prostituta, nos encontraríamos ante un discurso más elaborado y tendríamos que aludir a una pintada del tipo dos, las que tras descalificar ofrecen la causa de tal agravio. No obstante, no debemos caer en la tentación de pasar por alto cierta complejidad léxica que presenta el a simple vista primitivo mensaje. Y es que la agraviada, Irene, no solo sería una meretriz, sino que además cobraría poco por sus servicios. Un seis sobre diez es nuestra nota, sobre todo por la mezcla entre el mero exabrupto y el cachondeo en cierto modo trascendente.
Adelaida Martínez