Todo el mundo está consternado tras la brutal agresión a Mariano Rajoy en Pontevedra. Nadie en su sano juicio podría imaginar, ni por un momento, que uno solo de los cuarenta y seis millones de españoles deseara arrearle una buena hostia en toda la cara al presidente del Gobierno. El paro, la privatización completa de la sanidad y la educación, el abaratamiento del despido, la desprotección de los trabajadores con la reforma laboral, las leyes que coartan la libertad de expresión, la brecha en permanente abertura entre ricos y pobres, el rescate a los bancos, el empobrecimiento generalizado de la población, la malnutrición infantil, la corrupción rampante en el Partido Popular, el reparto de millones de euros entre las numerosas redes clientelares, los sobresueldos a espuertas, las tarjetas black, la financiación ilegal o las reiteradas mentiras que el máximo representante del Estado español realizó en las más altas instancias no justifican tamaña barbarie. Rajoy, sé fuerte.