Un anciano atraca un banco con su pene erecto en Carballo

Serafín Z. B., un varón de 85 años residente en Carballo, atracó ayer una sucursal del banco Santander de esa misma localidad coruñesa con su pene en erección. Pasadas las doce del mediodía, este individuo irrumpió a cara descubierta en la oficina al grito de «¡dádeme os cartos polo meu carallo!». Tras ordenar a los clientes que se tumbaran en el suelo, exigió a los dos empleados que se encontraban presentes todo el dinero de la caja. El anciano, que iba en chándal, amenazó en todo momento a los presentes con su miembro viril empalmado, de gran dimensión. Sujetaba su falo con un brazo por debajo del pantalón, por lo que algunos de los presentes imaginaron que se trataba de un arma. «Pesamos que llevaba una escopeta recortada por debajo del pantalón, la verdad es que pasamos mucho miedo mientras estuvo dentro con nosotros», afirmó Javier Porto, el director de la oficina. «Yo me di cuenta de que lo que sujetaba no era una escopeta sino su propio trabuco… pero no me atreví a decir nada, más que nada por vergüenza», añadió Josefina Cacabelos, una de las testigos presenciales de los hechos.

El anciano, posando para los medios. CC/Henrique Martins Lauriano

El hombre fue identificado y detenido pocas horas después en un prostíbulo de la zona, en el que gastó parte del botín de 21.850 euros «en sexo y champán francés». Según fuentes policiales, el arrestado, viudo desde hace 15 años, había consumido «grandes dosis de viagra» con la idea de «recurrir a los servicios de una profesional del sexo para celebrar ese día su cumpleaños». Así que acudió al lupanar pero, al terminársele su dinero y «debido al enorme calentón que llevaba, decidió conseguir más dinero atracando el primer banco que encontró», precisaron fuentes de la investigación. En las próximas horas pasará a disposición judicial.

Pedro J. Panoplia
Pedro J. Panoplia

Adjunto del adjunto del director, esta exótica promesa del periodismo patrio mueve los hilos en esta web. Amado y odiado a partes iguales, transpira neoperiodismo por cada uno de los poros de su piel. Duerme, come, caga y vive en la redacción.

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